Un crujido sordo recorre mi cuerpo. El dolor es insoportable. Desde que esta maldita grafiosis se instalara en mí, todo esfuerzo por sanar ha sido en vano. Siento que el fin está cerca y enero me cubre con su blanca mortaja.
No obstante no tengo miedo. Al contrario, siento ansia, pues mi tronco maltrecho permanecerá por siempre, renacido, en la Concatedral de San Pedro, en la ermita de Santa Bárbara y en la colegiata de Soria desde donde contemplaré eternamente esta bella ciudad.
Así pues, cuento mis días.
* Microrrelato para el VIII CONCURSO DE MICRO-RELATOS RÍO DUERO (España), 2018