– Bienvenido, te mostraré el recinto. – Dijo cortésmente.
En nuestro recorrido, a través de anchos pasillos con habitaciones a ambos lados, llegamos hasta un bello patio interior donde descansaba un anciano.
– ¡Buenas tardes! – Saludé.
– ¡No te molestes! Lleva un batín malva. – Dijo mi guía
Y el anciano nos siguió con la mirada.